La importancia de la huerta en casa
- ECOlógica
- 26 feb 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 28 feb 2018
En el parque o en la terraza, en macetas o en envases reciclados,
una experiencia única y satisfactoria.

Todos somos, en mayor o menor medida, conscientes de los beneficios que traen consigo el contacto con la tierra y la naturaleza. ¿Pero podemos ser conscientes y luego poner manos a la obra? Uno de los aspectos más importantes para poder llevar una vida más sustentable y ecológica es la producción propia de alimentos. Esto instituye un compromiso con nuestro bienestar y la apuesta por un futuro más equitativo. Vamos a destacar y remarcar algunos de los beneficios y aderezos de tener huerta en casa.
La obtención de alimentos en la ciudad coopera con el uso eficiente del agua, la energía y el suelo y ayuda a ahorrar energía, siendo que tendremos la accesibilidad a nuestros alimentos suprimiendo el transporte. El traslado de las verduras frescas desde puntos alejados causa elevados gastos y perjudica su conservación.
Poner las manos en la tierra, oxigenarnos y contemplar verde trae grandes recompensas a nuestra salud. El ser humano relaciona dicho color con el exterior, con lo natural, con lo saludable, nuestra psiquis sabe que si ve verde, todo marchará bien. Por lo que gastar tiempo, o mejor dicho, invertirlo en el cuidado de la huerta, nos ayudará a relajarnos, a reducir tensiones y estrés, encontraremos un cable a tierra. Además, trabajar con la tierra genera anticuerpos y estar al sol favorece la producción de vitamina D.
Respirar el aire puro que generan nuestras plantas hace que nuestra mente se ponga más creativa. Si algo no sale bien, sólo se necesita dar una vuelta por el jardín y volver a intentarlo.
Además, si los vegetales que comemos crecen en nuestra casa, sabemos exactamente cómo los cuidamos, con qué agua los regamos, cómo los protegimos de algunos insectos y qué productos utilizamos para ello. Siendo más directos, sabemos con certeza que no estamos alimentándonos con agroquímicos riesgosos para el organismo. Siendo así que esta actividad resulta sustentable y beneficiosa para el hábitat en general.
Las papilas gustativas lo agradecerán si a nuestra tierra la cuidamos y la enriquecemos con compost, todos esos nutrientes que le facilitamos serán absorbidos por las raíces a través del agua, ese ciclo es perfecto y el sabor también lo será.

Atendiendo a nuestras plantas reforzamos el poder de observación, sabremos cada cuánto y qué cantidad de agua les daremos, con qué cantidad de exposición al sol crece más, qué reparo contra el viento necesitan, qué método de reproducción tienen y cuándo es el mejor momento del mes o de la estación para plantar, entre tantas otras cosas. Aprenderemos qué formas tienen sus semillas para poder guardarlas para próximas plantaciones y eso nos incitará a investigar cómo asociarlas entre sí para su beneficio mutuo.
No es casualidad que la naturaleza nos brinde, para el frío del invierno, frutas con vitamina C o que nos atraigan los platos coloridos que nos dan nutrientes variados.
Otra ventaja, desde el punto de vista económico, es que gastaremos menos dinero en el mercado, ya que gran porcentaje de nuestros alimentos están creciendo en el jardín.
Por si todos estos ítems positivos no resultan suficientes para comenzar a poner en marcha esa experiencia, hay un beneficio más. Compartir la creación y el cuidado de una huerta refuerza los lazos entre las personas involucradas. Genera un espacio de comunicación, las parejas pasan tiempo juntas, los adolescentes encuentran con los adultos un lugar tranquilo para dialogar sin distracciones tecnológicas y los niños aprenden valores que llevarán dentro para el resto de sus vidas. Todos en conjunto, empiezan a tomar conciencia de la responsabilidad ecológica.
Una gran oportunidad para no dejar pasar.
Nota: Revista ECOlógica
Fotos: Martín Salerno
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